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27 de mayo de 2013

SOBRE LAS CIENCIAS Y LAS LETRAS


 
Hastío. Simplemente hastío, nada más y nada menos. Ese adjetivo –junto a otros muchos más prosaicos- es el que me suscita el repetitivo debate ciencias-letras que me gustaría intentar aclarar brevemente y sobre todo de forma concisa en los siguientes párrafos. Podríamos escribir un libro interminable sobre este tema, así como dilucidar la línea roja que separa lo que es ciencia de lo que no. Mi tiempo disponible limita mis reflexiones por desgracia, pero espero que se entienda su esencia.
Como bien podemos observar, la ciencia parte de una clara superioridad moral/intelectual/jerárquica instigada en gran parte por nuestro sistema educativo. Como siempre, nuestra vigente vena maniquea tendente de someter todo movimiento a una oscilación polar establece una clara dicotomía con respecto a temas generales, ya sean políticos: izquierda – derecha; liberal – autoritario, deportivos: Real Madrid - F.C. Barcelona; Betis – Sevilla, u académicos: ciencias – humanidades, etc, condenando a todo aquél que transverse de dicho paradigma. Esta polarización, es una rémora para nuestro progreso, y cuando dicha rémora es abanderada por nuestro propio Gobierno, no podemos más que compadecernos.
No llego a entender sino desde la ignorancia de nuestros dirigentes, por qué tenemos a lo largo de nuestro devenir académico, una bifurcación que ellos mismos consideran de “especialización”. Esto se reafirma desde la máxima Wert-iana de: “Los universitarios no deben estudiar lo que quieren, sino lo que les emplee”. Por lo visto, un estudiante no puede seleccionar cual curioso, que asignaturas quiere cultivar, sino que se tiene que ajustar a una ramificación preestablecida de saberes. Si usted decide cursar el bachillerato de Ciencias, no podrá dar Literatura Universal, como tampoco un alumno que se decida por la vía “Letras”, no podrá saciar su interés por la Física o la Biología.
Esta es la gran ayuda que nos proporciona nuestro sistema educativo tanto en la polarización del conocimiento, como en nuestro objetivo vital de ser unidades individuales de producción, y esta es precisamente la gran arma que desangra y vilipendia al saber humanístico.
Estoy harto de seguir escuchando una y otra vez a un emisor X que presenta su carrera, Ingeniería, como “la carrera utópica”, digamos el súmmum del conocimiento, algo así como un conocimiento sibilino solo apto para unos pocos elegidos de vertebrados superiores, así como inmediatamente ver asentir al receptor cual hipnosis serpentina. Cito la Ingeniería, por ser el caso más flagrante ante mi vista, pero lo mismo podría decir de cualquier formación relacionada a la Ciencia (Matemáticas, Física, Química, etc).
En contrapartida, se nos presenta un saber humanístico improductivo (por lo tanto, menospreciado por el Gobierno), pesado, aburrido, inútil, y por supuesto fácil. Así, por antonomasia tenemos un saber polarizado entre grandes mentes que se adhieren a la Ciencia, y débiles mentes que se adhieren a las Letras. Lamentablemente, sigue habiendo gente (y cada vez más) que sigue tomando esta máxima como cierta.
Pero, ¿Qué pensarían los clásicos, los pilares de nuestra cultura, de la ciencia, del pensamiento racional y del arte ante un ultraje semejante? Si, los saberes humanísticos y sociales son en yugo los pilares de cualquier cultura. La oratoria, la retórica, las estructuras estatales, la jurisprudencia, las filologías, la economía, la geografía, la geología, la autoconciencia, la crítica, la reflexión, la poesía, las artes en cualquiera de sus formas, la historia, ¿Dónde queda todo eso? ¿Por qué lo seguimos maltratando? Sin nada de esto, no hay civilización.
 No seamos ignorantes y repitamos esto: La filosofía es la madre de todas las ciencias.
El desarrollo de las humanidades es útil para el desarrollo de las ciencias, y viceversa. Y no sólo eso. El impulso del conocimiento humanístico es conveniente para que cualquier teoría consiga mayor comprensión de sí mismas, además de potenciarlas refutándolas férreamente hasta conseguir pulirlas y poniéndoles los puntos sobre las íes en su búsqueda de la verdad, como decía Karl Popper. Algunas de las teorías científicas más firmes tuvieron su origen o encontraron impulso en teorías filosóficas. Pensémoslo, el atomismo de Demócrito marcó los comienzos del atomismo físico y químico con Boyle y Newton; el heliocentrismo de Aristarco estuvo presente en la mente de Copérnico cuando éste construyó su modelo astronómico; la teoría de la evolución de Darwin fue inspirada en gran medida por la secularización que se llevaba a cabo en la Inglaterra del momento de ciertas ideas evolucionistas desarrolladas por la teología natural; la crítica filosófica de Ernest Mach al concepto de espacio y tiempo absolutos fue decisiva elaboración de la teoría de la relatividad por parte de Einstein; la filosofía oriental inspiró y sigue inspirando a algunos físicos cuánticos; y así miles de ejemplos.
Como vemos, no podemos seguir maltratando a aquellos que se embarcan en la canoa humanística-socialística por el bien de nuestro progreso. Quizás debiéramos pensar que son más importantes de lo que parecen.
Respecto a la comparación en lo concerniente a la mayor dificultad de las ciencias achacante siempre por parte de aquellos estudiantes de ciencias, lo considero más un discurso victimista causa del amargo olor a fracaso académico, que una crítica objetiva. La dificultad es talento, y el talento es diversificado. Hay sujetos con mucha capacidad numérica, de cálculo, de espacio, de capacidades inherentes a la ciencia, y en contraposición hay sujetos más negados en estas habilidades pero con una capacidad reflexiva, crítica, memorística, etc, antológica. Es decir, el grado de dificultad es variable, y nunca puede ser causa de coartada académica del fracaso. A aquellos cuyo argumento se limita a decir que una ingeniería, las matemáticas, la física, la biología, tienen más complejidad que las letras, quisiera que tuvieran en cuenta esto: ¿Hay saber más abstruso que la filosofía?

9 de mayo de 2013

SOBRE MANIFESTACIONES Y REIVINDICACIONES



             

                                 SOBRE MANIFESTACIONES Y REIVINDICACIONES:


        Día 9 de Mayo de 2013, nueva manifestación contra la LOMCE y esos “gravámenes adicionales” –entre otras cosas-  debido a la “desaceleración transitoria” impuestos en la educación, cotorreada por el partido gobernante. Digo el nueva, porque ya van unas cuantas, las que, en un Estado democrático con un gobierno serio, debieran ser suficiente para por lo menos, plantearse que algo no se está haciendo bien.

            Cuando una civilización quebranta el principio de continuidad consustancial a la democracia (o ese debiera de ser uno de los principios inherentes al modelo pretendido), ésta comete en el error de caer en el dogmatismo. Aquí el error humano de haberlo permitido, es decir, hemos consentido y por ende apoyado, una coacción del progreso, aquello que eligieron nuestros antepasados griegos dos milenios y medio antes. Aplaudimos pues el cíclico disparate. Presupongo que la inteligencia es connatural en el vertebrado superior, pero erro. Seré un optimista empedernido. Sea como fuere, no voy a dilucidar “lo muy bien” o  “lo muy mal” que lo está haciendo este gobierno. Mi planteamiento se bifurca hacia el factor movilización, y es más, sin ahondar, invitando a la reflexión.

            La población se moviliza. Esto desde un punto de vista político debemos verlo como un fracaso. Pero debemos ir más allá aclarando que siempre va a haber cierta movilización por lo extremo del pensamiento con el consiguiente encasillamiento, unos allá, otros acá. Lo que yo llamo el maniqueísmo político cavernario en el que, si bien yo estuve hace tiempo, superé felizmente. Ya dilucidaré y criticaré esto en otro momento.

               El kit de la cuestión se plantea en la movilización en sí. Debiéramos preguntarnos en primer término individualmente, y en segunda instancia colectivamente, el objetivo de nuestra movilización. ¿Qué queremos?, esta pregunta cobra mucha importancia cuando al salir a la calle, encuentras diferentes facciones pugnantes de obtener algo en su opulento beneficio. Una huelga, por definición es una Interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta. En contraposición existe la llamada huelga revolucionaria, que en su definición respondería a propósitos de subversión política, más que a reivindicaciones de carácter económico o social. Objetamos que negar la cesura entre éstos dos términos, huelga y huelga revolucionaria construye unidades saltando sobre sus diferencias, y que la vitalidad del entendimiento humano no depende aglomerar sino de separar, distinguir y matizar. No debemos dudar que la estupidez extrema identifica los sujetos a partir de sus predicados, deduciendo de su común blancura una identidad entre la nieve, la cal y la pasta de dientes. Así, no merece omitirse que este tipo de operación mental cunde cuando las cosas han sido reducidas previamente. Nada se puede considerar más profiláctico que discernir lo heterogéneo de lo análogo, lo parejo y lo accidentalmente afín. Una secuencia podríamos descomponerla en planos o escenas cronológicamente desordenadas, pero el nervio, la esencia del asunto reaparece aquí y allá, imponiendo al montador del film transformar sus coincidencias en casualidades.
             
              Con esto, pretendo que se vea un concepto bicéfalo, donde debemos elegir en común acuerdo el objetivo. Estamos mezclando lo humano, con lo político, y esto en una huelga, mutila su fin. Mi crítica y no me dilato más, es pues al banderismo y el faccionismo huelguil. Esto no me representa, ni debería representarnos:


              Buscamos un derecho común humanitario, una Educación con mayúsculas, no un espectáculo mitinesco para éstas sectas que se comportan como tal equiparando su labor a la del gobierno, es decir, sectarismo.
            
            Ésta rémora para la democracia, espanta ciudadanos de a pie como yo y otros muchos más que no acudimos a manifestaciones porque simplemente NO ME REPRESENTAN.

Pablo Rodríguez.